martes, 13 de octubre de 2009

TALUD, EL FABRICANTE DE ARMAS


Talud, el fabricante de armas
Relato original de Pacelli Torres

Talud aprendió su oficio siendo niño. Su padre vendía telas y desde su tienda podía verse la vieja herrería donde el anciano herrero y su hijo fabricaban diferentes piezas metálicas incluyendo piezas de alta precisión que eran recogidas solamente en la noche por jinetes encapuchados.

Cuando el hijo del herrero se unió a una expedición para ir en busca de un metal que se creía mágico, su padre puso un aviso buscando un aprendiz y fue así como Talud consiguió su empleo.

Ser herrero es un trabajo pesado que demanda gran fortaleza física y una excelente concentración, Talud pronto desarrolló las dos. Diversos visitantes venían a la herrería y contaban a Talud historias de épocas y países lejanos y en ocasiones le hablaban de otros materiales existentes y de otras técnicas de fabricación. Pronto comprendió que más que en una herrería en verdad trabajaba en un laboratorio de experimentación en materiales.

Talud llegó a ser no sólo un experto en su oficio sino que cultivó una gran habilidad para los idiomas que lo convirtió en interprete y fue así como un mercader que aspiraba llevar sus productos a una tierra hasta ahora desconocida lo invitó a unirse a su expedición. El hijo del herrero había regresado con las manos vacías, así que con el beneplácito de su patrón Talud aceptó la oferta.

Una mañana luminosa la caravana partió rumbo al país mítico de Dhalajinn. El viaje transcurrió sin novedad por un tiempo, hasta que un día fueron presa de una emboscada por parte de seres cuya naturaleza escapaba a la comprensión de los mercaderes. Aquellos eran seres deformes con enormes alas y emitían un sonido penetrante que hacía que las bestias de carga se paralizaran y que los humanos perdieran su valor. Talud había oído hablar de seres similares pero jamás se imaginó que poseyeran poderes tan extraños. Por alguna razón nadie sufrió daño y los invasores se limitaron a llevarse todas las piezas metálicas que pudieron encontrar.

Las bestias de carga, que en aquella región eran una mezcla de búfalos y bueyes, no salieron de su parálisis por varias horas y la noche cayó en medio de un paraje desolado donde a lo lejos se oía el aullar de los lobos.

Los más viejos mercaderes analizaron la situación. Sin duda deberían hacer un anillo de fuego alrededor del campamento para protegerse de las fieras nocturnas. También organizaron un sistema de vigilancia por turnos.

Aquella noche, sin embargo, no tuvieron que enfrentarse a los lobos sino a una clase extraña de insectos nocturnos que brillaban como luciérnagas y disparaban una especie de dardos que al clavarse en la piel producían un ardor intenso. Su veneno, aunque no letal, viajaba por el sistema nervioso y producía diferentes clases de convulsiones.

Talud salió de su tienda y con una antorcha trató de ahuyentar a los insectos. A su lado caían decenas de mercaderes víctimas de los dardos que convulsionaban en el piso con gran dolor. Talud, sin embargo, no sufrió molestia alguna cuando fue alcanzado por uno de los dardos, y fue entonces cuando dos aves gigantescas bajaron de los cielos y tomando de los brazos se lo llevaron hacia unos riscos cercanos. Desde el aire y a la luz de la luna pudo ver el campamento alejándose y notó que el ataque había terminado. Los mercaderes se recuperaban del trauma y los insectos se alejaban formando una nube gris.

Las aves lo llevaron hasta un enorme castillo cuya gran puerta se abrió al oírse el chillido agudo de las aves y lo postraron delante de cuatro guardias que lo llevaron ante la presencia de la regente del lugar. Aquella era una mujer alta y delgada de gran belleza aunque con rasgos de águila en su rostro y manos. Aunque no pudo verlas, Talud también juraría que tenía alas.

El idioma en que hablaba fue al principio difícil de entender, pero luego comprendió que era una variante de uno que alguna vez había oído en la herrería. La razón por la que lo habían capturado era por sus dotes de metalurgista. El veneno que disparaban las criaturas que atacaron el campamento servía como una especie de escáner nervioso que detectaba el potencial de cada persona.

Los metales eran importantes en aquel reino pero al no tener reservas naturales se veían obligados a robarlos. Con ellos construían diversos elementos, pero sobre todo armas tan sofisticadas que dejaron perplejo a Talud. Con ellas jamás se quitaba una vida sino que sólo servían al propósito para el que fueron creadas. La vida era de gran valor en Dhalajinn y sus alrededores y esta fue la razón por la cual no hubo víctimas fatales en ninguno de los ataques.

A Talud se le dio la tarea de trabajar en un proceso para fabricar piezas de gran precisión. Aunque al principio lo hizo de mala gana pronto comprendió que aquella era una invaluable oportunidad para aprender y crecer en su oficio, así que puso todo su empeño en ello. También entabló amistad con sus compañeros de trabajo, todos tenían una historia similar a la suya.

Los meses que siguieron fueron de relativa calma hasta que llegaron noticias de una terrible revolución que avanzaba desde el oriente, se decía que allí habían depuesto a la regente con rasgos de águila y que un déspota mitad buitre y mitad halcón había tomado el mando. De repente todo fue una gran confusión, las fábricas se reestructuraron y corrían rumores de que las armas que estaban produciendo se unirían a un arsenal con el que el nuevo regente esperaba conquistar los reinos cercanos. Todos presentían que el respeto a la vida iba a abolirse, así que Talud, al igual que todos los trabajadores del sector, siguiendo el consejo de un líder local, en quien ya se distinguían rasgos de búho, comenzaron a introducir defectos en las piezas que fabricaban.

El nuevo regente pronto de enteró del complot y fue así que Talud terminó en la celda solitaria de la que lo rescataría, Zartos, en habitante del pantano, en medio de lo que desde entonces se conoce como la fuga hacia Rakanak.

Pacelli
(Esta historia se enlaza con la anterior y la siguiente y por ende está relacionada con la de Rawaz. Estos escritos son un experimento que espero expandir en forma de novela algún día)

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