lunes, 19 de octubre de 2009

LA FUGA HACIA RAKANAK


La fuga hacia Rakanak
Texto original de Pacelli Torres

Las mazmorras del viejo castillo, en que estaba encerrado Talud, eran tenebrosas y frías. Allí había algunos prisioneros pero con la llegada de los trabajadores de la fábrica estuvieron llenas. Cada trabajador era conocido no sólo por su nombre sino por el ruido de un golpe en particular. Era una costumbre que había empezado en las fábricas como un juego pero que luego se había generalizado. Utilizando golpes supieron quién ocupaba cada celda y luego modificaron el método hasta convertirlo en un lenguaje secreto. Quien hubiera tenido la mala fortuna de pasar cerca de las mazmorras en aquel tiempo habría oído un incesante golpeteo con el que los prisioneros planeaban su fuga hacia Rakanak.

Rakanak era un lugar donde ya algunos habían estado. Para alcanzarlo no se necesitaba viajar en el espacio sino que más bien se trataba de un viaje interior. Cualquiera que quisiera alcanzar Rakanak debía meditar por algún tiempo hasta que sus alrededores se fusionaran con el ritmo cadente de su nombre abriendo así una puerta en el espacio tiempo.

Una noche de luna nueva en las mazmorras del castillo se empezó a oír un golpeteo seco que pareciera repetir las palabras Rakanak, Rakanak, Rakanak, y de repente el espacio-tiempo pareció fracturarse. Grietas enormes se abrieron en él por donde los prisioneros pudieron huir a aquel país de ensueño del que muchos habían oído hablar cuando niños.

En la dirección opuesta también hubo un tránsito de seres, pues aunque parezca mentira, existen quienes voluntariamente quieren vivir en la oscuridad de las mazmorras, de la superstición y la ignorancia.

En medio del tumulto de la huída Talud, el fabricante de armas, sintió una fuerza inexplicable que lo atraía, luego hubo de caer por lo que le pareció una gran espiral y por fin se vio en medio de un paisaje lúgubre donde Zartos, el antiguo habitante del pantano, lo estaba esperando para llevarlo ante la presencia de Sacer.

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