Capitulo 3
Sacer la hechicera
Sacer la hechicera
Sacer de Raluar era sin duda una de las más versadas hechiceras de aquella región del universo. Su poder en la magia sólo era comparable con el de los míticos hechiceros del origen del tiempo. Como ellos, podía cambiar su aspecto físico y crear horribles criaturas como aquella que intentó robar la moneda.
Por alguna extraña razón los hechiceros prefieren presentarse ante el mundo como seres decrépitos con cuervos y gatos negros como mascotas, Sacer no era excepción aunque se aseguraba haberla visto vagando por los bosques en forma de hermosa mujer sobre un caballo blanco y acompañada de una horrible bestia que emitía un sonido penetrante que hacía temblar de miedo a quien lo escuchaba.
Sacer tenía su habitación en una cabaña suspendida en el aire sobre un lago de aguas verdes en el que habitaban temibles criaturas de su propia creación. Allí, sin perder un solo minuto se había dado a la tarea de estudiar el libro robado y de inmediato comprendió la posibilidad de abrir una puerta en el espacio tiempo para llegar a un lejano planeta llamado Tierra donde unas seis mil millones de almas serían fácil presa de sus hechizos.
Los hechiceros trabajan con el pensamiento de la gente, con ellos moldean las formas de las cuales obtienen su poder. Pensamientos de egoísmo y cólera pero también de miedo y angustia son sus favoritos y abundan en la Tierra como el oro en América antes de la llegada de los españoles. Así se lo expuso al rey Ortos, el monarca avaro y astuto que estaba tras las reliquias y quien de inmediato entendió el potencial del nuevo hallazgo.
Sin tiempo que perder hizo construir un enorme artefacto capaz de crear los campos de fuerza necesarios para enviar todo un ejercito de seres malignos a conquistar los pensamientos materialistas de los habitantes de la Tierra.
Rawaz comprendía el alcance del peligro, pero también sabía que no todo estaba perdido. Gran parte del conocimiento que tenía lo había adquirido en los antiguos monasterios de Tebith, cuya contraparte terrestre era el Tibet. Hasta allí llegó adoptando su aspecto de monje y fue donde lo encontré de nuevo, pues en aquel entonces era yo uno de los artesanos que trabajaban en el embellecimiento de un templo milenario y estuve en la comitiva que dio la bienvenida al guardián de los secretos.
Pacelli
Sep 19 2009
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