Los monjes tibetanos tienen una forma de meditación basada en las Mandalas, figuras geométricas de gran complejidad y belleza hechas de arena teñida. Mientras las hacen los monjes meditan acompañados de cantos religiosos. Una vez terminada la Mandala, la destruyen para simbolizar la no permanencia del cuerpo físico, sólo la mediatación queda, al igual que sólo queda el espíritu cuando morimos.
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